La cocaína, un estimulante extremadamente adictivo

La cocaína es una droga muy adictiva y puede llegar a ser muy peligrosa. En Occidente, el polvo de coca es el formato de presentación de esta sustancia que más se consume, aunque existen otras formas de ingerirla. Esto hace que el perfil del drogadicto de esta droga sea algo heterogéneo.

En Europa, se suele asociar al consumidor de cocaína con alguien con un estatus socioeconómico medio-alto, pues es una sustancia que puede llegar a ser cara. Pero esto no siempre es así, porque existen otras formas de adicción a esta sustancia que son más económicas.

En otras palabras, son consumidas por personas pertenecientes a grupos sociales más desfavorecidos. El crack, por ejemplo, puede ser devastador para el consumidor, que puede terminar aislado en barrios marginales. El mito de que es posible que el cocainómano haga vida normal y viva en barrios de clase media-alta puede restringirse únicamente a aquellos que consumen clorhidrato de cocaína.

Consecuencias del consumo de cocaína

Esta droga golpea con fuerza en la salud de los adictos teniendo efectos negativos sobre el corazón y el cerebro. Además, cuando alguien se vuelve adicto a la sustancia tiene serias dificultades para dejarla, puesto que se vuelve prisionera de esta droga tanto mentalmente como físicamente.

Efectos a corto plazo

Los efectos de la cocaína aparecen casi inmediatamente después de consumirla. A veces duran unos minutos y otras alcanzan una hora. La sustancia provoca sensaciones de euforia y gran vitalidad. El consumidor se siente mentalmente alerta y agudiza sus percepciones sensoriales, especialmente en la vista, el oído y el tacto.

Es habitual que la cocaína disminuya la necesidad de comer y dormir. Algunos consumidores señalan que la droga les ayuda a realizar sus tareas a una velocidad mucho mayor. Otros, en cambio, perciben que los ralentiza.

La duración y la intensidad del efecto dependen del tipo de cocaína que se consuma y del método que se emplee para ingerirla. Cuanto más rápida sea la absorción, más elevada será la intensidad del efecto, pero también más corta. A veces aparecen sensaciones de desasosiego, angustia e irritabilidad. También son frecuentes los espasmos, la paranoia y los vértigos.

Desde el punto de vista orgánico, la cocaína altera el ritmo cardiaco y puede provocar dolor de cabeza, dolor abdominal y vómitos. Si hay sobredosis, el consumidor puede tener convulsiones, accidentes cerebrovasculares o caer en estado de coma. No es común que se presente muerte súbita, pero sí que se produzcan paros cardiacos que conduzcan a la muerte.

Efectos a largo plazo

El principal efecto de la cocaína a largo plazo es una severa adicción. Como el potencial adictivo es sumamente alto, no es posible que una persona pueda predecir hasta qué punto llegará a necesitar la droga después de la primera vez que la consume. Hay también un alto riesgo de recaída cuando se deja de ingerirla. Esto sucede incluso varios años después de abandonar la droga.

El cerebro se adapta al consumo de cocaína. Esto significa que la sensación de gratificación es cada vez menor. Por eso, el adicto debe tomar dosis más altas o más frecuentemente para obtener la misma sensación placentera de las primeras veces. Con el tiempo, comienzan a incrementarse los efectos molestos de la droga como la sensación de angustia, la paranoia o las explosiones de ira.

En los casos más graves se pierde el sentido de la realidad por largos lapsos. Aparecen alucinaciones, principalmente auditivas, y se puede caer en un estado de psicosis paranoica.

La cocaína fractura y destruye la personalidad y provoca que la vida del consumidor gire entorno a ella.

Salir de la adicción a la cocaína no es nada fácil. Por lo tanto, lo mejor siempre es prevenir. La cocaína no es una droga para probar por curiosidad o por vivir una nueva experiencia. Un solo consumo tiene el potencial de desencadenar una serie de situaciones que, a la larga, podrían terminar convirtiéndose en una tragedia.

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